El trastorno de apego reactivo (también llamado trastorno reactivo de la vinculación o simplemente apego reactivo) forma parte de un grupo de trastornos llamados trastornos relacionados con traumas y factores de estrés. En esta misma categoría se encuentra también el trastorno por estrés postraumático, el trastorno por estrés agudo, el trastorno de relación social desinhibida y los trastornos de adaptación. Todos ellos presentan una característica en común y es que aparecen como consecuencia de la reacción adversa ante experiencias traumáticas o muy estresantes para la persona.
El trastorno del apego reactivo únicamente es un trastorno que se presenta en la etapa infantil por lo que únicamente se diagnostica en niños/as con una edad de desarrollo mínima de 9 meses. La característica principal de éste es que hay una ausencia en las conductas de apego o bien, están muy poco desarrolladas. Esto se traduce en que cuando un niño/a que presenta este trastorno tiene algún problema (se cae, se hace daño, se pierde, etc.), no buscan la ayuda de ningún cuidador como lo haría un niño/a sin este trastorno. Dada la función esencial del apego en el desarrollo cognitivo y emocional, es común que esta problemática vaya acompañada de retrasos en el desarrollo sobre todo en la cognición y en el lenguaje, así como desórdenes emocionales.
Síntomas del trastorno de apego reactivo:
Según el DSM-5 (Manual diagnóstico y estadístico de los Trastornos Mentales), los síntomas que se presentan en el trastorno de apego reactivo son principalmente los siguientes:
El niño o la niña presenta un comportamiento inhibido hacia sus cuidadores, es decir, sus emociones y su comportamiento es retraído. Este retraimiento se puede observar cuando el niño/a siente malestar, temor o dolor y no busca ni se deja consolar por el/la cuidador/a. De hecho, puede parecer temeroso ante la presencia de sus cuidadores y se calma cuando está solo.
La inhibición afecta tanto a la esfera social como emocional y no se limita únicamente al vínculo entre los cuidadores, es decir, muestra dificultades para reaccionar a todo su entorno social manifestando episodios de tristeza, irritabilidad y miedo que se dan ante situaciones que no son amenazadoras. Todo esto se traduce en poco interés para interactuar con los demás así como desinterés ante los intentos de interacción por parte de los otros (no miran al otro cuando se le habla, no sonríen, etc.).
Se pueden apreciar síntomas evidentes antes de los 5 años de edad, pero para el diagnóstico el niño/a tiene que tener una edad de desarrollo de como mínimo 9 meses.
En ocasiones, la falta de reciprocidad y la poca expresión afectiva puede hacer que el trastorno por apego reactivo se confunda con el trastorno del espectro autista. Sin embargo, el primero destaca por tener una historia de abandono social que normalmente no se da en personas con trastorno del espectro autista. Por otro lado, otra de las características que lo diferencian son los intereses restringidos y los comportamientos repetitivos, síntomas propios del trastorno del espectro autista pero no del trastorno por apego reactivo.
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